Sobre mi libro
Y sus avances
Estoy fascinado de compartirles que estoy en proceso de escribir mi primer libro de divulgación científica sobre neurociencias. Aún no tiene título. Aquí te comparto el primer capítulo. Ya que tenga listo un avance significativo se los haré saber.
Capítulo I:
Mientras crecía, algunas cosas me quedaban bastante claras sobre la vida, algunas eran muy obvias como el color del pasto, cómo se sentía mi cobija favorita (que era en realidad un objeto de transición 1) o el olor de mi mamá… Otras no tanto, como ¿Por qué el cielo es azul?, ¿Cómo nació el universo?, o ¿Por qué no puedo despegarme del suelo y caerme hacia el cielo?. Nadie me cree cuando les cuento que mis recuerdos más tempranos de mi vida los tuve a los 4 años (mi papá decía que eso fue gracias a que fui un niño muy feliz, que como veremos después, las emociones son un gran potenciador de la memoria), y desde entonces hasta el día de hoy, han habido pocas interrogantes que me han quitado el sueño como lo han hecho las neurociencias. Me parece fascinante tratar de dar solución a preguntas aún sin respuesta, como por ejemplo: ¿cómo nace la voluntad?, ¿qué detona la consciencia? o ¿Qué sucede cuando soñamos?.
Puesto que no soy físico, o astrónomo, a lo largo de este libro les platicaré las pocas cosas que he aprendido sobre el cerebro humano a través de mi corta existencia. Comenzaré hablando sobre la perspectiva que tiene la sociedad sobre la mente y el cerebro.
Existen muchos mitos que se han popularizado a través de los años sobre el cerebro, que malamente, tras repetirlo tanto, lo hemos apropiado como una realidad en sociedad. Estas concepciones erróneas sobre las neurociencias, suceden por 2 motivos antagónicos: por desinformación y por información, me explico.
De la desinformación surgen muchas creencias que tratan de dar explicación a conceptos que no se comprenden; no es sorpresa que la incertidumbre sea motivo de preocupación (tan solo pensar en mi futuro, seguido me quita el sueño por las noches). Los cerebros siempre buscan el porqué de las cosas.
Esto lo podemos ver demostrado en algunos pacientes con síndrome de desconexión interhemisférica 2; ¿Y esto qué es? en resumen, el hemisferio cerebral derecho se encuentra relativamente incomunicado del izquierdo cuando normalmente esto no debería suceder; que como veremos en capítulos siguientes, originan un interesante fenómeno llamado disonancia cognitiva, que en psicología, se define como una contradicción de ideas, valores o creencias en una persona, que origina estrés psicológico en el individuo3 (Es como si tu cerebro no entendiera qué está pasando consigo mismo y esto lo estresara). Para poder explicar esto, les daré un resumen básico de cómo se procesa parte de la información en nuestro cerebro; la mitad de casi todo lo que percibimos sobre el mundo, es procesado por el hemisferio contralateral. Por ejemplo, el campo visual derecho se procesa en el hemisferio izquierdo; lo que sientes en la palma de tu mano derecha, se procesa en el hemisferio izquierdo, y así podría mencionar muchos ejemplos. En los pacientes con síndrome de desconexión interhemisférica, un estímulo visual es procesado en el hemisferio cerebral derecho, puede generar una respuesta inconsciente motora evocada por el mismo hemisferio (por ejemplo, apuntar con el dedo índice hacia un objeto observado y procesado en dicho hemisferio). A lo que surge la siguiente pregunta ¿Qué sucederá con el hemisferio izquierdo de un paciente con síndrome de desconexión interhemisférica cuando note todo lo que hizo el hemisferio derecho por cuenta propia? En un experimento, cuando los pacientes al estar sentados leían la palabra “levántate”, que se encontraba limitada al campo visual izquierdo, ellos se levantaban en bipedestación. Al preguntarles a los sujetos del motivo de su acción, ellos justificaban con un “Oh, solo necesitaba estirarme un poco” o “Me dio ganas de pararme”. Es interesante cómo el cerebro se inventa a sí mismo explicaciones para justificar las cosas que no puede comprender, solo así puede disminuir esta disonancia cognitiva. Estas confabulaciones me recuerdan al dicho popular mexicano: “tú que todo lo sabes, y lo que no, lo inventas.”; me pregunto si esto hacía alusión al cerebro.
Otros ejemplos más comunes de desinformación, los podemos ver en el cine; tan solo el año pasado, me preguntaron en 4 ocasiones mi opinión respecto a la aseveración: “Pavel, ¿tú sabías que el humano promedio solo usa el 10% de su cerebro?”, popularizado en la película Lucy en 2014. A lo que siempre respondo sonriendo, con calma y temple (ocultando mi enojo y frustración): “Afortunadamente siempre tenemos acceso al 100% de nuestro cerebro, lo usamos en su totalidad diariamente.” Esto lo podemos demostrar con herramientas imagenológicas en tiempo real, observado en la resonancia magnética funcional (RMF) o la tomografía por emisión de positrones (TEP); Las cuales, han evidenciado que el cerebro siempre se encuentra activo, tal como se describe en la literatura; esto sucede aún durante el sueño 4, e inclusive, en estados donde no podemos responder a estímulos del entorno, como en el estado de coma 5.
Sin embargo, no solo la desinformación genera ideas erróneas sobre las neurociencias; de igual manera, conocer poca información respecto a un tema, o peor aún, pensar que lo que crees saber no va a cambiar, puede ser perjudicial. Debemos ser flexibles y adaptables con lo que aprendemos, sin caer en el dogmatismo.
Es importante comprender que la ciencia es un área en constante cambio. Sobre todo en áreas como ciencias de la salud, es imprescindible entender que lo que hoy es cierto, quizás mañana no lo sea; poder aprender y desaprender. Siempre que cuento esto, casi instantáneamente, me viene a la mente algo que leí hace un par de años en las primeras páginas de mi libro favorito de farmacología, Goodman & Gilman, Las bases farmacológicas de la terapéutica, y cito: “La medicina es una ciencia en constante desarrollo. Conforme surjan nuevos conocimientos se requerirán cambios de la terapéutica.”6, mientras más aprendo cosas, más me doy cuenta de todo lo que no sé; ocasionalmente dudo que pueda considerarme experto en cualquier área (más allá de mi dominio sobresaliente en los malos chistes).
Pero tampoco crean que todo lo que se describió en el pasado se vuelve obsoleto, al contrario, funcionan como un cimiento para poder desarrollar aún más lo que se conocía previamente; bien decía el físico, Isaac Newton, en 1675: “Si he podido ver más allá, es porque estoy parado sobre los hombros de gigantes”7. Otro claro ejemplo de esto, lo vemos con uno de los padres de la neurociencias, el Dr. Santiago Ramón y Cajal, ganador del premio Nobel en 1906, cuando comentaba en una de sus obras: “En el adulto, las vías nerviosas están fijas, tienen un fin; son inmutables, todo puede morir, nada puede regenerarse.”8. Por muchas décadas esto se pensaba, para algunos, una verdad absoluta; hasta que se hicieron descubrimientos trascendentales para las neurociencias, que vinieron a retar esta idea: la plasticidad neuronal 9 y neurogénesis 10. Que en resumen, dicen que el cerebro, no solo puede reacomodar sus vías nerviosas, sino que también puede seguir formando nuevas neuronas incluso hasta los 90 años de edad.
Tampoco me malinterpreten, no es que el doctor Ramon y Cajal, estuviera equivocado; gracias a sus avances trascendentales, hizo que la ciencia, y por consecuente la humanidad y la vida, avanzaran a pasos agigantados para su época. Era natural que la humanidad hiciera que la ciencia avanzara, por respeto a él y todos los científicos que nos anteceden. Mi amada maestra de piano, Zarema Tchiviroba , que en paz descanse, me decía cuando tenía 8 años: “Pavel, es tu responsabilidad dejar cualquier sitio a donde llegas, mejor de lo que lo encontraste”.
Hablar de neurociencias es muy extraño, no alcanzaría a describir la realidad de cómo la sociedad percibe al cerebro humano. Por un lado las neurociencias están en su auge científico, y por el otro sigue siendo un tema tabú para la comunidad general, este tipo de cosas me hace pensar que los cerebros no han encontrado aún, su lugar en el mundo.